domingo, 27 de enero de 2013

INTERVENCIÓN DE ÁNGEL GARCÍA, SECRETARIO DEL PCE EN SALAMANCA, ANTE LA PLACA-HOMENAJE DE SERAFÍN HOLGADO

¡Cuánto tenemos que aprender de la generación de Serafín! Aquella que resistió durante la dictadura y que luchó desde dentro de un régimen que estaba dispuesto a torturar y a matar a quien no se conformara. Esa generación heredera también de aquella otra que nos trajo la República en 1931 y se enfrentó al fascismo por defenderla.
Es esencial recordar para aprender. Los comunistas de este convulso ya siglo XXI nos sentimos herederos de estas dos generaciones y sabemos que sin la lucha, sin la conciencia de clase, sin la rebeldía no podemos avanzar en la historia.

Hay muchas razones para traer al presente a Serafín y a sus compañeros del despacho de Atocha. Conviene recordar que los derechos sociales y económicos que alcanzaron los trabajadores (como el derecho a la negociación colectiva, los derechos sociales de los trabajadores y las trabajadoras o el derecho a una asistencia sanitaria universal y gratuita, el derecho a la educación pública) lo han sido gracias a la valentía de estos compañeros y de su generación anterior, la de los que arriesgaban sus vidas en cada movilización, en cada manifestación o en cada huelga. Fueron los trabajadores más concienciados los que, sabiendo que las consecuencias podían ser fatales en lo personal, se declaraban en huelga para arrancar derechos para la mayoría.
Son las huelgas, como representación máxima de la lucha de los trabajadores, las que han conquistado derechos y las que han evitado que los que hubiera fueran arrebatados. Son las huelgas y la movilización permanente las que permiten provocar la tensión contra el poder. Y así se hizo durante la dictadura y la transición. Nadie nos regaló nada.
Es cierto que el estado de bienestar no llegó nunca a este país, pero aquellos logros costaron mucha sangre, muchas vidas, mucha prisión, muchas torturas y mucho sufrimiento y no vamos a permitir que nos los arrebatan.
La pérdida de servicios públicos esenciales, como la sanidad, los servicios sociales, la educación, pueden llevarnos por la vía rápida a situaciones de principios del siglo pasado. La vertiginosa pérdida de los derechos laborales, empezando por el derecho al trabajo, deberían servir, por sí mismos, para concienciarnos de que reivindiquemos, exijamos lo que nos pertenece, y mentalizarnos de que se está cometiendo una terrible injusticia.
Nuestro camarada, Santiago Polo, diría que quienes nos gobiernan hoy son los mismos Y, quizá, a alguno le pudiera parecer un poco exagerado, pero tenía razón, toda la razón. Son los mismos. Es que esto parece una venganza.
Un joven, de 21 años, Alfonso Fernández, Alfon, por asistir a la manifestación convocada a raíz de la huelga del 14N ha sido tratado como un terrorista. A raíz de esta situación hemos comprobado el parecido que hay entre los ministros de Gobernación y los gobernadores civiles de ahora a los de entonces. Su odio a la clase trabajadora ha convertido este sistema en un régimen. No hay democracia cuando nuestros liberales y conservadores se abrazan para imponer que lo prioritario es pagar la deuda. Porque ese abrazo ha sido un golpe de estado que ha dejado a la Constitución en un papel inservible.
La deuda es una trampa mortal para que se enriquezcan quienes han puesto al país en esta situación. Esta crisis, como todas las que se producen en los regímenes capitalistas, corre a cargo de los humildes, los honrados, los que no han podido nunca vivir por encima de sus posibilidades.
Ya no estamos en un momento en el que tengamos que resistir. No. Estamos en un momento en el que tenemos que combatir. No es un momento de atrincherarse. Es un momento de enfrentarse. Hay que crear conflicto constante. No nos queda otra solución. No hay nada que negociar. Y que nadie piense que estamos hablando de violencia. No. Hablamos de ponernos enfrente, ésa es la única manera de poder frenar este atraco violento de derechos que quieren convertir en un botín cargado de privilegios para sus causantes, para los culpables.
Pedimos que se trinque a los trincones, a los defraudadores que, en muchos casos son los hijos y las hijas de los mismos que se lucraron durante el franquismo, hijos e hijas de esos vividores de las rentas de todos. Muchos obtuvieron su fortuna bajo el paraguas y la protección del régimen franquista. Porque, son los mismos y quieren hacer lo mismo porque lo llevan en la sangre, porque lo han mamado. Han mamado el odio de clase, han vivido con el ejemplo del padre.
Hay cacos, maleantes, mangantes, saqueadores, bajamaneros, delincuentes, chorizos, trincones, vividores inmunes a la justicia incluso, en algunos casos, premiados con altos puestos y enormes sueldos. Su mérito, en unos casos, haber regalado el patrimonio de todos los españoles a otros chorizos y delincuentes.
A estos trincones la policía no puede ni pedirle el DNI para identificarles mientras el amigo, el compañero, el camarada Alfon ha recibido un trato muy similar al de nuestros camaradas en las comisarías o en las cárceles franquistas.
Camaradas, amigos y amigas, la memoria histórica no es una cosa nostálgica. Tiene una función: situarnos en el momento presente con un cúmulo de sabiduría de los compañeros y las compañeras que nos precedieron: sus luchas y sus razones para luchar son las mismas que las nuestras. Pongámonos enfrente, seamos ejemplo ante los demás. Ya pasó el momento de las lamentaciones.
Dijo Manolo Monereo que tras la burbuja del ladrillo queda otra por estallar y será la que dé paso a un proceso diferente y es la burbuja mental. Nuestro papel es intentar que estalle. No nos queda otra.
Muchas gracias.



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