jueves, 7 de agosto de 2008

OPINA QUE ES GRATIS: La silla de la izquierda, por Daniel Molina

En nuestra sección "Opina que es gratis", publicamos este artículo de opinión titulado "La silla de la izquierda", elaborado por el periodista salmantino y estudiante de tercer ciclo en Historia Daniel Molina. En él, su autor muestra su opinión acerca de la desconexión presente entre la izquierda institucional y las grandes capas asalariadas.


La silla de la izquierda

Escribió el literato francés Marcel Proust en el primer libro de la hermosísima novela En busca del tiempo perdido, titulado El lado de Swann que, ver a una persona conocida suponía en parte un acto intelectual. Entiendo esta reflexión - por motivos personales que fácilmente puede entender el lector de este diario-, absolutamente atinada. Cada persona no sólo debe ser lo que su conciencia dicte que debe ser, también ha de comportarse como tal. El principal error que el autor de este artículo ha cometido, es proyectar una imagen de sí mismo más cercana a una apariencia o a un rol, que a la propia realidad. Para ilustrar mejor todo lo anterior, haré una analogía cinematográfica. El capitán Renault le comentó a Rick en Casablanca: “El aislacionismo no es una política inteligente en los tiempos que corren”. Cualquier lector podrá hacer acuse de recibo de lo escrito a través de la película. Bogart cedió. Por mi parte diré que soy consciente de que tengo que ser consciente.

En todo caso, si aplicamos la idea de Proust a una dimensión prosopográfica como pueda ser la de un partido como Izquierda Unida, ésta ha de consistir precisamente en conocer su sociedad a través de un método, el análisis hacia dentro de un determinado grupo, pero también su identidad proyectada y recreada a partir de las percepciones que genera hacia el exterior. Al fin y al cabo, nuestra forma de ser y comportarnos es tanto una conducta propia y una creación del pensamiento de los otros.

Aquí reside, a mi modo de ver, el principal error que la Izquierda en España está cometiendo y que, de seguir así, llevará a su propia desaparición. No quiero establecer con lo anterior ninguna exageración. Tampoco quiero escribir y saber lo que de letras no está escrito. Se trata de una percepción que está en la calle, en la universidad, en los periódicos. La izquierda, que en este país podría tener una adhesión sincera de entre millón y medio y dos millones de sufragios, está desapareciendo entre extraños debates de la élite y extravagantes políticas que no hacen sino plasmar la percepción que esas élites tienen de la clase que dicen representar. El resultado es un zoo en el sentido más unívoco del término. Esto sucede cuando las propiedades de la realidad percibidas por las élites determinan tanto los procedimientos apropiados del pensamiento (o sea, si son adecuados o inadecuados) como su producto. El resultado es que, bajo el prisma de la elite de la izquierda, encontramos realidades comunistas, eurocomunistas, estalinistas, maoístas, trostkistas, nacionalistas, socialdemócratas, ecopijas, ecologistas, social-liberales…).

Cuando todas las percepciones se reúnen para elaborar las estrategias que incluyen documentos que instan a emprender acciones para reencontrarse con su electorado cuyo paradero ignoran, se reproduce el error del modo que sólo puede repetirse un credo religioso que articula un falso axioma. En esas reuniones, entre la creación de grupos de trabajo para recuperar la memoria histórica (grupos sin duda honorables, pero sobre los cuales se está creando una verdadera industria) entre talleres para que las miembros puedan consolidar sus lobbys en puestos decisorios que no incluyen la chacinería que está en la esquina de mi calle, entre la necesidad de respetar y profundizar en la diversidad del Estado (en el que no se respeta la aconfesionalidad que reclaman diariamente los obreros), integrado por naciones históricas (pero también por regiones sin historia), denuncias de una jefatura del Estado antidemocrática… hacen lo imposible para buscarnos. Hablan de todo lo anterior. Miran por la ventana, pero no nos encuentran. ¿Dónde estás que no te veo?

Permítanme que les dé una pista. La clase obrera está en las sillas y en las mesas donde los animales del zoo se sientan una vez reunidas todas las especies de la manada (federal por supuesto). Una metáfora, sin duda. Una exageración, tal vez. Pero el trabajo obrero ha hecho las sillas en las que se sientan. Además, los obreros, fabricaron esas sillas para que ustedes buscaran soluciones porque creían como Proust, que se comportarían atendiendo a la experiencia que ya Edward Palmer Thompson describiera, esto es, el diálogo entre el ser social y la conciencia social. Pero no, los obreros se las apañan para existir y reproducirse con presiones defensivas que constituyen todo lo que se yergue entre ellos y las razones del poder. Y las razones del poder son las mismas de siempre. Los obreros al terminar su trabajo – los que aún lo conservan- hablan de la supresión del impuesto del patrimonio, del aumento desproporcionado de la luz – eliminando la tarifa nocturna- (con una tarifa de consumo mínimo que sólo favorece a las personas que tengan una segunda residencia), se quejan, con razón, de la política de Zapatero. Y como en las sillas que construyeron está reunido el zoo, hablan incluso de que el PP tiene razón en las críticas que está haciendo, y que tal vez, sean ellos los que debieran representarles. Algunos ya han empezado a votar. No entienden que la izquierda haga bandera de la “normalización” lingüística mientras sus hijos no pueden rellenar el examen de oposición al cuerpo de la administración en las comunidades en las que el castellano es lengua co-oficial. Algunos, en su desesperación, terminan firmando extravagancias patrocinadas por la extrema derecha. Es tristísimo.

Mientras tanto en el zoo, la búsqueda del obrero continúa en forma de batalla darwinista por la supervivencia de la percepción más fuerte. No es una batalla elegante. Es una batalla en la que intervienen elementos estáticos de la percepción social, sean estos elementos la vanguardia del precariado o una ferretería. En el segundo caso, algunos invocan la lectura (hipotética o no) de carácter escolástica de Marx consistente en que los problemas de nuestra época (y las experiencias de nuestra sociedad) llegarán a ser entendidas gracias al riguroso examen de un texto publicado hace unos 150 años. La ferretería, que no es lo mismo que una biblioteca y que, además, lleva cerrada veinte años, no puede comprender, que el primer no Marxista fue Marx. Se rompen cristales y también se arrojan entre ellos las sillas (recordémoslo construidas por los obreros).

La pax obrera obviamente reside en aplicar, de una vez por todas, la cita inicial de Proust. De esta manera, las dificultades para crear en este país una izquierda real desaparecerán, porque las sillas servirán para sentarse, y los problemas de los obreros no serán otros que los de la redistribución de la renta. Esa izquierda que se sienta en los pies, estará abocada a un continuo y fraternal diálogo práctico con el movimiento obrero en toda su amplitud. Pero con el movimiento obrero, no con los animales del zoo y sus percepciones darwinistas. Tal vez algún día, los obreros puedan volver a su trabajo sin la perentoria necesidad de contemplar, exclusivamente, cómo se fabrican las sillas.

No hay comentarios: