¡Cuánto
tenemos que aprender de la generación de Serafín! Aquella que
resistió durante la dictadura y que luchó desde dentro de un
régimen que estaba dispuesto a torturar y a matar a quien no se
conformara. Esa generación heredera también de aquella otra que nos
trajo la República en 1931 y se enfrentó al fascismo por
defenderla.
Es
esencial recordar para aprender. Los comunistas de este convulso ya
siglo XXI nos sentimos herederos de estas dos generaciones y sabemos
que sin la lucha, sin la conciencia de clase, sin la rebeldía no
podemos avanzar en la historia.
Hay
muchas razones para traer al presente a Serafín y a sus compañeros
del despacho de Atocha. Conviene recordar que los derechos sociales y
económicos que alcanzaron los trabajadores (como el derecho a la
negociación colectiva, los derechos sociales de los trabajadores y
las trabajadoras o el derecho a una asistencia sanitaria universal y
gratuita, el derecho a la educación pública) lo han sido gracias a
la valentía de estos compañeros y de su generación anterior, la de
los que arriesgaban sus vidas en cada movilización, en cada
manifestación o en cada huelga. Fueron los trabajadores más
concienciados los que, sabiendo que las consecuencias podían ser
fatales en lo personal, se declaraban en huelga para arrancar
derechos para la mayoría.
Son
las huelgas, como representación máxima de la lucha de los
trabajadores, las que han conquistado derechos y las que han evitado
que los que hubiera fueran arrebatados. Son las huelgas y la
movilización permanente las que permiten provocar la tensión contra
el poder. Y así se hizo durante la dictadura y la transición. Nadie
nos regaló nada.
Es
cierto que el estado de bienestar no llegó nunca a este país, pero
aquellos logros costaron mucha sangre, muchas vidas, mucha prisión,
muchas torturas y mucho sufrimiento y no vamos a permitir que nos los
arrebatan.
La
pérdida de servicios públicos esenciales, como la sanidad, los
servicios sociales, la educación, pueden llevarnos por la vía
rápida a situaciones de principios del siglo pasado. La vertiginosa
pérdida de los derechos laborales, empezando por el derecho al
trabajo, deberían servir, por sí mismos, para concienciarnos de que
reivindiquemos, exijamos lo que nos pertenece, y mentalizarnos de que
se está cometiendo una terrible injusticia.
Nuestro
camarada, Santiago Polo, diría que quienes nos gobiernan hoy son los
mismos Y, quizá, a alguno le pudiera parecer un poco exagerado, pero
tenía razón, toda la razón. Son los mismos. Es que esto parece una
venganza.
Un
joven, de 21 años, Alfonso Fernández, Alfon, por asistir a la
manifestación convocada a raíz de la huelga del 14N ha sido tratado
como un terrorista. A raíz de esta situación hemos comprobado el
parecido que hay entre los ministros de Gobernación y los
gobernadores civiles de ahora a los de entonces. Su odio a la clase
trabajadora ha convertido este sistema en un régimen. No hay
democracia cuando nuestros liberales y conservadores se abrazan para
imponer que lo prioritario es pagar la deuda. Porque ese abrazo ha
sido un golpe de estado que ha dejado a la Constitución en un papel
inservible.
La
deuda es una trampa mortal para que se enriquezcan quienes han puesto
al país en esta situación. Esta crisis, como todas las que se
producen en los regímenes capitalistas, corre a cargo de los
humildes, los honrados, los que no han podido nunca vivir por encima
de sus posibilidades.
Ya
no estamos en un momento en el que tengamos que resistir. No. Estamos
en un momento en el que tenemos que combatir. No es un momento de
atrincherarse. Es un momento de enfrentarse. Hay que crear conflicto
constante. No nos queda otra solución. No hay nada que negociar. Y
que nadie piense que estamos hablando de violencia. No. Hablamos de
ponernos enfrente, ésa es la única manera de poder frenar este
atraco violento de derechos que quieren convertir en un botín
cargado de privilegios para sus causantes, para los culpables.
Pedimos
que se trinque a los trincones, a los defraudadores que, en muchos
casos son los hijos y las hijas de los mismos que se lucraron durante
el franquismo, hijos e hijas de esos vividores de las rentas de
todos. Muchos obtuvieron su fortuna bajo el paraguas y la protección
del régimen franquista. Porque, son los mismos y quieren hacer lo
mismo porque lo llevan en la sangre, porque lo han mamado. Han mamado
el odio de clase, han vivido con el ejemplo del padre.
Hay
cacos,
maleantes,
mangantes,
saqueadores, bajamaneros, delincuentes,
chorizos, trincones, vividores inmunes a la justicia incluso, en
algunos casos, premiados con altos puestos y enormes sueldos. Su
mérito, en unos casos, haber regalado el patrimonio de todos los
españoles a otros chorizos y delincuentes.
A
estos trincones la policía no puede ni pedirle el DNI para
identificarles mientras el amigo, el compañero, el camarada Alfon ha
recibido un trato muy similar al de nuestros camaradas en las
comisarías o en las cárceles franquistas.
Camaradas,
amigos y amigas, la memoria histórica no es una cosa nostálgica.
Tiene una función: situarnos en el momento presente con un cúmulo
de sabiduría de los compañeros y las compañeras que nos
precedieron: sus luchas y sus razones para luchar son las mismas que
las nuestras. Pongámonos enfrente, seamos ejemplo ante los demás.
Ya pasó el momento de las lamentaciones.
Dijo
Manolo Monereo que tras la burbuja del ladrillo queda otra por
estallar y será la que dé paso a un proceso diferente y es la
burbuja mental. Nuestro papel es intentar que estalle. No nos queda
otra.
Muchas
gracias.
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